Lo primero que
sorprendió fue la alta respuesta a la convocatoria. Pensemos que era un viernes
por la tardecita. Y tengamos en cuenta que era una actividad convocada por un
grupo de graduados destinada a todo el
universo que habita la carrera. Entonces, el marco que brindaron alrededor de
70 compañeros en el aula 7 de la sede de la calle Santiago del Estero de la
Facultad de Ciencias Sociales el día 3 de mayo pasado para iniciar el debate
sobre la reforma del plan de estudios de la carrera de ciencia política no podía
ser más propicio y auspicioso.
Hubo un panel
integrado por Matías Rodeiro y por la distinguida participación de Edgardo
Mocca. Aunque principalmente fue un debate en el que se escucharon muchas
voces, diferentes aportes y perspectivas. No obstante, todas, en su mayoría,
coincidían en un punto: el programa estaba viejo. Había sido pensado y diseñado
en el mundo bipolar de la década de los ochenta, de la década de la transición
hacia la democracia y desde entonces casi no había sufrido modificaciones. En cambio,
desde hace una década, años más años menos, los pueblos latinoamericanos
comenzaron a transitar afortunadamente otros senderos, con otras necesidades,
otros sueños. Otro Estado. Si a esta coincidencia generalizada le sumamos el
dato inicial del número de asistentes, podemos estar seguros que la reforma del
plan de estudios de nuestra carrera es una necesidad sentida por todos.
Tanto los alumnos como los graduados
docentes de la carrera plantearon, entre
otras cosas, la necesidad de priorizar en la currícula el pensamiento político
latinoamericano, el análisis político y una formación más intensa en derecho
administrativo y finanzas de gobierno. Se propuso por cierto también como una
cuestión fundamental incorporar la antropología política al plan de estudios.
Es decir, como primera observación surgía del debate y las participaciones de
los compañeros graduados la visión de una ciencia política menos sesgada y
enclaustrada y sí más atenta a la interdisciplinariedad, escuchando y
aprendiendo de los aportes de otras ramas de las ciencias humanas. Pero también
es cierto que, y no menos definitivo, se notaba que lo que ha cambiado es el
rol del Estado. Que el profesional en ciencia política que se piensa se
necesita debe estar formado para pensar, reflexionar y actuar en y sobre el
Estado novedoso que esta surgiendo en Latinoamérica. El profesional en ciencia
política que imaginamos es un licenciado que está preparado para analizar,
evaluar y actuar en pos de los procesos emancipatorios latinoamericanos contemporáneos
a partir de su colaboración e interpretación de los movimientos sociales. Es un
graduado universitario que puede y debe ser sensible a las distintas líneas
teóricas y prácticas que se desarrollan en el seno de la vida académica plural
y de excelencia que tiene por sede a Iberoamérica toda.
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