lunes, 25 de abril de 2011

¡Vamos, vamos, vamos que llegamos!

 
Por: Juan J. Olivera
Anoche en la Feria del Libro que se desarrolla en los galpones de la Sociedad Rural, donde se mezclan los olores campestres, por llamarlo de alguna forma más elegante, que han dejado por años tantas muestras de toros, vacas y caballos de raza, con el de la tinta fresca y el papel nuevo, tuvo lugar un acontecimiento maravilloso.  Ante ese escenario preparado para que Vargas Llosa emitiera su veredicto sobre nuestro país:  Si es un país “democráticamente aceptable” -incluso más allá de las observaciones que hace Robert Dahl de una poliarquía-  sino una democracia neoliberal,  o es una forma desviada y telúrica, según los expertos de la Casa Blanca, de las democracias populistas latinoamericanas, y si nuestro país integra la lista del “eje del mal” del populismo.
 La escenografía estaba enteramente acorde al acontecimiento: dentro de la Sociedad Rural, la Fundación del libro y el gobierno de Macri auspiciaban al premio Nobel de literatura, las editoriales grandes y algunas pequeñas dispuestas meticulosamente, los mapas que repartían las guías resaltaban con distintos colores una geografía imposible y dudosa, y miles de personas cargando libros e inquietudes acerca de los precios y las ofertas;  todo estaba dispuesto para que la fuerza del peso del evento que viene creciendo con el mismo empuje desde hace 27 años aplastara las críticas de los que se habían manifestado en contra de que Vargas Llosa hiciera la apertura de la Feria y que esa inercia tal vez  sacara de la Biblioteca Nacional a Horacio González. Sin embargo, ocurrió todo lo contrario. 
Ya en la primera presentación  que hiciera González de su nuevo libro sobre Néstor Kirchner a las cinco de la tarde en una sala que resultó ínfima se vio que la gente se iba agolpando frente al acontecimiento que se expresaría fuertemente durante la noche. Los días anteriores, cuando se desarrolló el debate que desató González con su carta, y que levantaron casi todos los medios de comunicación desde el diario Página/12 hasta Clarín-TN, dejaron entrever que el tema iba mucho más allá de que Vargas Si Vargas No, sino que se trataba de una disputa de modelos económico, político y culturales diferentes, sobre una Argentina y un continente que está fijando su rumbo y sus “políticas de estado”. Pero eso lo dirá el devenir de los próximos Ejecutivos en la región que deberían continuar  con los modelos de inclusión y desarrollo. Por otro lado, podemos decir que el debate persiste y que trascendió a varios sectores políticos y sociales, y aunque el escritor Federico Andahasi como su anatomista aun esté buscando las razones por las cuales cree que “el debate está perdido”, decimos que el debate está ganado porque la discusión persiste y se ha masificado: llegó a la calle.
   Eran ya las 21.30 hs. cuando la cola que había para ingresar a la sala Jorge Luis Borges se cortó intempestivamente y los personajes encargados de la seguridad, bien llamados “patovicas” no dejaban pasar  a unas 400 personas entre las que se encontraban la compañera de González, Liliana Herrero, su hija y su nieta de tres años, que dicho entre paréntesis la relación de la cantante, filósofa, antropóloga cultural y musicóloga -un poco de todo eso es Liliana- con un González sociólogo, político, filósofo y amado profesor universitario por sus alumnos, es tan interesante que aun no debe haber aparecido un buen escritor de novelas o de historia novelada en el país que escriba tanto sobre la admiración, como del amor compartido, y la intensidad de esa pareja .
Parecía mentira, el salón de la Sociedad Rural, en que había hablado Vargas no dando sus “largas” como escribió González en Página sino sus cortas recetas neoliberales, estaba que explotaba.  La gente finalmente pudo entrar.  El público no era el mismo que el de Vargas Llosa. Esta noche, a fuerza de rimas improvisadas, amagues de avalancha, empujones a las vallas metálicas - ese objeto tan preciado de toda fuerza de seguridad al cual se siente compelido a defender como una atalaya medieval-  algunos gritaban y ridiculizaban a los de “seguridad” hasta que tuvieron que salir los organizadores para hacer ingresar en orden y racionalmente a la multitud que se había estado caldeando, pese al frio, en la medida que pasaban los minutos y se escuchaba el eco de las primeras intervenciones.
Con el salón Borges o Vaca Holando-Argentino lleno, habló y dio su apoyo en los discursos a González un extenso panel entre los que estaban:  Federico Lupi, Osvaldo Bayer, Sandra Russo, Norberto Galasso, María Pía López -que fue aplaudida en sus dos intervenciones, en la de la tarde cuando González presentó su Kirchner  y en esta de la noche- y Eduardo Rinesi que con su larga barba discutió sobre los significados de liberalismo y republicanismo. El momento más emotivo fue cuando Horacio tomo la palabra. Emocionado, a González le costó hilvanar las palabras pero con la claridad de pensamiento soltó amarras a las ideas y recordó anecdóticamente una consigna, improvisada en ese momento, que cantaba la gente que marchaba bajo la lluvia, cruzando  las zanjas y los barros de Ezeiza evadiendo las fuerzas represivas de la dictadura de Lanusse para ir a recibir a Perón el 17 de Noviembre de 1972 marcando el fin de su largo y forzado exilio: ¡Vamos , vamos, Vamos qué llegamos! Rememoró el gran director de la Biblioteca Nacional.
Quien escribe esta crónica improvisada, no recuerda y lamenta no haber llevado elementos para guardar registro más exacto de la velada y de todas las intervenciones, pero seguramente podrás leerlas en algún lugar, porque no faltaron periodistas ni gente con grabadores y cámaras, luego González arengó a la multitud: ¡Vamos que se puede ganar en primera vuelta! Y ¡Vamos que se puede ganar en la Capital Federa! ¡Vamos que llegamos! , coreó el auditorio fuertemente, con alegría, saludando las palabras de González. Liliana Herrero y Teresa Parodi, que había leído un bello escrito antes, fueron las encargadas de cantar el Himno Nacional a capela acompañadas por todo el público de la sala que enarboló los dedos en “v” y los puños cerrados en las estrofas finales de la canción patria. El Horacio González Hombre, amigo, profesor tuvo la merecida solidaridad y  devolución de la generosidad que cultivó durante toda su vida, el Horacio González Figura literaria y bronce de la militancia intelectual nacional popular y revolucionario de la argentina tuvo su “Teatro Odeón” , su momento Lugoniano, pero que a diferencia de Leopoldo Lugones, González habló en el lugar de la oligarquía no para el beneplácito de los terratenientes agro ganaderos de la nación y de lo que llamó David Viñas “la ciudad señorial”, sino para sostener el ideario libertario y emancipador de las mayorías del continente americano que sueñan y luchan por justicia social, libertades cercenadas , soberanías aplacadas y derechos aun negados.
Anoche en la Sociedad Rural de Buenos Aires, durante la Feria del Libro, la imagen de John William Cooke me persiguió durante toda la jornada susurrándome al oído como un fantasma: “…en la argentina  el peronismo aun sigue siendo el hecho maldito del país burgués”. Y creo, resistiéndome a la posibilidad de un lapsus de locura momentánea, que le contesté al fantasma: ¡Tenías razón!, en la “argentina los comunistas somos nosotros”, los populistas. No sé si me estaba riendo solo o ya con el amigo que fui a comer la obligada pizza con cerveza cerca de la estación de Palermo, disfrutando ese momento de felicidad que nos dio la noche, en que un debate supuestamente “perdido” para algunos, es una batalla ganada para los que pensamos que vale la pena el compromiso con una “causa”, y que la multiplicación de voces y el intercambio de ideas, es algo bueno.


*Ayudante de Pensamiento Político Argentino, Cátedra González en la Carrera de Ciencia Política, UBA. Coordinador del Seminario “Taller de Peronismo” en la Facultad de Ciencias Sociales, integrante del grupo político-cultural FUEYES.                             

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